Igualdad de género en las Naciones Unidas: ¿El impulso definitivo?

Igualdad de género en las Naciones Unidas: ¿El impulso definitivo?
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Hace 71 años, la Carta de las Naciones Unidas declaraba: "la Organización no establecerá restricciones en cuanto a la elegibilidad de hombres y mujeres para participar en condiciones de igualdad y en cualquier carácter en las funciones de sus órganos principales y subsidiarios". En 1979, año en que yo empecé a trabajar en las Naciones Unidas, la Asamblea General aprobó la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Desde entonces se han producido en el lugar de trabajo cambios profundos que deberían haber facilitado la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer en el sistema de las Naciones Unidas. Pensemos en la flexibilidad de horarios y el teletrabajo, en la formación para promover la diversidad y combatir el sesgo involuntario, y en todas las herramientas digitales que tenemos hoy en día a nuestra disposición para intercambiar mejores prácticas, gestionar datos y supervisar la aplicación de nuestras políticas. Y, sin embargo...

Y, sin embargo, 21 años después de que la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing fijase como meta lograr la paridad entre los géneros en el cuadro orgánico y categorías superiores, nuestros avances son, sencillamente, demasiado lentos. En 2013, el 41,6% de los 32.000 funcionarios de la categoría profesional de las Naciones Unidas en todo el mundo eran mujeres. No obstante, el porcentaje es menor en los escalafones superiores de las secretarías y, a nivel de todo el sistema, solo el 30% de los cargos directivos están ocupados por mujeres. Por encima de esos niveles, las mujeres se enfrentan a un entorno todavía más difícil, y la representación femenina apenas supera el 25% del total de los funcionarios de más alto nivel.

¿Qué credibilidad como promotoras del cambio pueden tener las Naciones Unidas, que supuestamente han de abanderar la aplicación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible --entre ellos el objetivo 5, relativo a la igualdad de género-- cuando enfrentan tantas dificultades para alcanzar la paridad entre su personal, cuando las mujeres de talento siguen topándose en su carrera con un techo de cristal y enfrentándose a la parcialidad institucional, y cuando en muchas de las reuniones y paneles de la Organización solo hay hombres? En mi condición de funcionario directivo de las Naciones Unidas, me di cuenta de que ya no me bastaba con cruzarme de brazos y lamentarme del estado de cosas.

Así que, el año pasado, junto con la Sra. Pamela Hamamoto, Embajadora y Representante de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas en Ginebra, y con el apoyo de Women@TheTable, lanzamos la iniciativa International Geneva Gender Champions, en virtud de la cual los defensores de la igualdad de género se comprometen a adoptar métodos prácticos, mensurables y de gran impacto para poner en práctica medidas en favor de la igualdad de género en sus lugares de trabajo. Un elemento fundamental de esta iniciativa es el compromiso con la paridad en las mesas redondas, que exige que en toda mesa redonda haya tanto hombres como mujeres. Además de este compromiso, cada defensor de la igualdad de género escoge otros dos, concretos y mensurables, a fin de promover la causa en su organización. Al contar ya con cerca de 120 defensores, la iniciativa está cambiando realmente la forma de trabajar en la Ginebra internacional.

Como defensor de la igualdad de género me comprometí, entre otras cosas, a introducir una política de género en la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra, de la que soy director. Con el apoyo de ONU-Mujeres, esa política entró en vigor el 1 de septiembre de 2016, con el objetivo de establecer una cultura institucional sin discriminación ni sesgo de género, mejorar la representación femenina en todos los niveles para poder lograr la paridad entre los géneros, y velar por la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer en todos los aspectos de nuestro trabajo. Por descontado, esta política solo logrará cambiar las cosas si tanto el personal como los directores, hombres y mujeres, la entienden, la aceptan, la asumen y la aplican. Todos tenemos un cometido que desempeñar.

Junto con sus múltiples asociados, las Naciones Unidas trabajan para mejorar la vida de miles de millones de personas de todo el mundo. Solo lo conseguirán si hombres y mujeres están igualmente representados en todos sus procesos. Ignorar a la mitad de la humanidad no nos llevará a ninguna parte, así de simple. ¡Es hora de hacer que las cosas cambien de verdad!

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