Según un amigo argentino, los sudamericanos no nos identificamos tanto con la latinidad, ese concepto con que se denomina la cultura de nuestros países. Quizás sea porque las imágenes con que más se asocia lo latino no son las del cono sur: el exotismo, el calor, la humedad, los colores, el realismo mágico... Chile es llamado por algunos -no sin ironía- como la "suiza de Latinoamérica". Algunos dicen que por su orden, otros, por lo aburrido.
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Según un amigo argentino, los sudamericanos no nos identificamos tanto con la latinidad, ese concepto con que se denomina la cultura de nuestros países. Quizás sea porque las imágenes con que más se asocia lo latino no son las del cono sur: el exotismo, el calor, la humedad, los colores, el realismo mágico... Chile es llamado por algunos -no sin ironía- como la "suiza de Latinoamérica". Algunos dicen que por su orden, otros, por lo aburrido.
Como sea, nunca me siento más latina que cuando estoy en Estados Unidos. Y esta es la primera vez en que el mes de la hispanidad me ha tocado viviendo aquí, en New Haven. Debo decir que la pregunta sobre la cultura de pertenencia aparece desde el primero día, cuando en varios cuestionarios te preguntan tu raza. Las alternativas son White, African-american, Asian -american, Native american, Latino, Hispanic.
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-Soy blanca y soy latina- pregunté. "¿Qué contesto?".
"Ambas", me dijeron. "Marque lo que usted sienta".
La pregunta ya significa mucho, no? Marqué Latina, por cierto. Hispana, también.
Con toda la dificultad de la no tan clara definición del término, eso es lo que siento. Que es esa cultura mestiza, híbrida, vital y vibrante, la que me representa. O, mejor dicho, en esas culturas, en plural, es donde me siento en casa.
Me siento en casa cuando un mexicano me atiende en una Deli en nueva York y me guiña el ojo.
O cuando un brasilero es mi compañero de clase y me pregunta cada vez cómo estoy.
Cuando una peruana inmigrante me cuenta dónde compra los productos para hacer sus delicioso Ají de gallina. Y que su hijo está en la escuela en Perú, que lo extraña, que está juntando dinero.
Latinoamérica, no importa donde sea, se lleva en el corazón y en los huesos. Es la calidez de las relaciones humanas; es la sonrisa y la mirada directa a los ojos. Es el valor de la familia propia y también de la familia ampliada. Es el amor y las ilusiones puestas en que nuestros hijos tengan un mejor futuro que el nuestro. Es esa cena conversada y en familia, nunca insípida, nunca en la soledad de una bandeja, con un vino o una cerveza. Es la compañía de las telenovelas, del Chavo del Ocho, de Don Francisco, de la Doctora Polo. El humor y la picardía. El baile, las caderas, las candencias, que hacen que cualquier reunión termine en la pista de baile. Es el cariño con que se trata a los viejos, que siempre tienen un lugar en nuestros corazones y en nuestras casas. Es el ají y el picante de nuestros sabores.
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Latinoamérica es la mezcla y el poder de esa mezcla no perfecta. Mucho más que perfecta.
Sobre todo, es lenguaje. Nuestra patria es ese lenguaje que hoy hablan más de 50 millones de personas en Estados Unidos, y muchos millones en el mundo. Ese español lleno de matices en cada geografía y cada comunidad, donde nos encontramos, nos descubrimos y nos reencontramos cada vez, en cualquier parte del mundo.
La complicidad de esos sonidos: "Gracias. Que tengas un buen día. Vuelve bien a tu país. Qué gusto de haberte conocido. Llámame si necesitas algo".
Palabras que son música, que son señas, que son identidad.
No entiendo como los americanos están estudiando chino si tienen la riqueza de esta cultura y de este idioma en cada uno de sus pueblos y ciudades.
Latinoamérica es un territorio rico, complejo, ambiguo, contradictorio, que hoy está forjando a este país, y que está en una de las mejores etapas de su historia, especialmente por este sentido de orgullo y de pertenencia que está brotando en la aldea global.
A pesar de los enormes desafíos que enfrentamos en nuestros países, -probablemente el más serio y común es la enorme desigualdad de nuestras sociedades- , y de las discriminaciones y dificultades que viven algunos latinos en Estados Unidos y otros países, el mundo está hoy valorando y respetando a esta América mestiza y vital.
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El desafío es claro: ser más prósperos sin perder nuestro sentido de pertenencia. Ser ciudadanos del mundo, sabiendo donde está nuestro corazón y nuestras raíces.
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