Agroconciencia: conciencia de la Madre Tierra, conciencia de Dios

Uno de los aspectos más importantes de vivir en el campo es enseñar la, ya que en las ciudades todas las personas están acostumbradas a tener los alimentos al alcance de la mano en los supermercados, donde se compra masivamente sin saber nada del origen de lo que se adquiere, ni tampoco de los ingredientes artificiales o químicos que tiene la comida que se consumirá.
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Uno de los aspectos más importantes de vivir en el campo es enseñar la agricultura consciente, ya que en las ciudades todas las personas están acostumbradas a tener los alimentos al alcance de la mano en los supermercados, donde se compra masivamente sin saber nada del origen de lo que se adquiere, ni tampoco de los ingredientes artificiales o químicos que tiene la comida que se consumirá.

La agroconciencia es una verdadera responsabilidad, y se refiere a la práctica agrícola que protege y preserva la composición natural de los productos que se cultivan. En el ámbito rural, las personas conscientes saben de la importancia de este tema y por eso tratan de llevar a cabo tal empresa a la perfección.

Por ello se debe tener en cuenta el cuidado tanto de la forma de cultivar las hortalizas y los vegetales -base de una buena alimentación- como el estado del agua, en vista de que la contaminación del medio ambiente se ha vuelto tan extrema. Lo anterior se hace indispensable debido a que la irresponsabilidad de los procedimientos utilizados en la agricultura moderna no tiene límites, así como tampoco lo tienen los desechos de las industrias y de las ciudades que son arrojados a los ríos y producen niveles de contaminación muy difíciles de controlar o neutralizar.

Dios ha creado todo a la perfección y la agricultura a base de pesticidas y abonos químicos -algo que no tiene ni 100 años de antigüedad- hoy en día, en el mundo de la competencia desenfrenada, donde solamente se presta atención al resultado inmediato y al lucro, implica graves consecuencias para la salud de los consumidores. Esto se lo debemos a las empresas que cultivan la tierra y explotan los cultivos al máximo grado. Por ello la agricultura orgánica es muy importante. En Sudamérica todavía hay personas que entienden plenamente los beneficios de la agroconciencia.

Además de los químicos aplicados a los alimentos, están los transgénicos. Las empresas sin escrúpulos compran enormes extensiones de tierra para cultivar e invadir el mundo con semillas alteradas genéticamente, que ahora pertenecen a grupos económicos privados. Lo preocupante del asunto radica en que el impacto -lógicamente nocivo- de los transgénicos en la salud de la humanidad no se ha podido estimar aún.

Un ejemplo son las semillas híbridas, las cuales producen grandes frutos aunque con semillas estériles, es decir, que no se pueden reproducir. Como es de suponerse, en unos pocos años las semillas originales se habrán perdido, y únicamente las empresas dueñas de las patentes de las semillas originales tendrán acceso a ellas: los monopolizadores de la agricultura dominarán y someterán a países enteros. Este hecho sin lugar a dudas es tan peligroso como la inminencia de una nueva bomba atómica en el planeta.

La agroconciencia es la única respuesta a este peligro, análogo al consumo de los productos provenientes de la matanza de los animales.

En el terreno práctico, a través de la agroconciencia los ingenieros agrícolas pueden enseñarnos todo lo que debemos saber para tener una huerta protegida. Por ejemplo, existen muchos poderosos insecticidas naturales, como el ají; también formas de intercalar las plantas y los vegetales con otros surcos de plantas que ahuyentan a los insectos. La flor Marigold y la cebolla ayudan al control de plagas.

Otros métodos como la permacultura buscan sostener una granja a través de sus diferentes productos y subproductos como los "desechos", que se reciclan para producir otros productos. De esta manera el hombre, las plantas y los animales podrán vivir en una armonía sostenible. Todo eso es parte de la agroconciencia y, sobre todo, de la cultura vaisnava.

Podemos afirmar que la agroconciencia es la ciencia de la alimentación correcta, pues uno es lo que come; si se comen pesticidas o residuos de abonos químicos, ¿cómo se puede esperar una buena salud? ¡Se trata de algo urgente!

Y si a esto sumamos la cantidad de carne que come la gente, un producto que, entre otras cosas, se descompone rápidamente tan pronto los animales -mantenidos en condiciones inimaginables de insalubridad- son matados, debemos esperar el deterioro gradual del organismo humano. "Usted es lo que come"... Esto significa que todos debemos conocer lo que comemos, los sitios donde se produce lo que comemos y la manera como se preparan los alimentos.

Otro factor son los endulzantes: debemos usar productos lo más orgánicos posible con chancaca, panela, piloncillo o papelón, el estado más natural del azúcar, sin refinación; aunque, es aún mejor la estevia, un endulzante que ni siquiera produce diabetes y tiene muchos efectos saludables.

Agroconciencia y conciencia de Dios no son solamente compatibles, sino que en cierta forma se corresponden. Las antiguas escrituras védicas nos cuentan que la Madre Tierra, Bhumi Devi, se quejó ante Dios por los abusos de los hombres inescrupulosos contra ella. Por esa razón Bhumi pidió que Krisna apareciera para intervenir ante todas estas injusticias. El Señor Krisna siempre fue un defensor de la Madre Tierra.

Es indispensable hacer una revolución contra las multinacionales, pero no con armas, sino -como consumidores- con algo más contundente: la cuchara. La Revolución de la Cuchara consiste en rechazar los químicos en el plato, en los alimentos y, por supuesto, la sangre y los cadáveres de los animales.

Esperamos despertar así el entusiasmo en muchas personas de abstenerse de participar en la violencia contra los animales y la Madre Tierra, que al final es contra nosotros mismos.

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